29 de Diciembre de 2014
Tras romperme la cabeza buscando un tema sobre el que hablar, he decidido dejarme llevar y no centrarme en ninguna figura humana en este fragmento.
Podría hablar de las miles de personas que he visto estos últimos días, del espíritu capitalista navideño, o de las copiosas cenas familiares y los kilos de más que nos acechan a todos. Pero eso sería seguir el camino común y no voy a ser uno más del rebaño.
Me gustaría contaros como me hace sentir de verdad esta ciudad, su gente, sus calles, su comida, su río, toda ella en sí. Esta ciudad que me acompañó en mi nacimiento, que me despidió demasiado pronto, que me ha visto crecer y la cual ha crecido a su vez conmigo. Desde pequeña supe que una gran parte de mi estaba aquí, quizás sentada en una terraza de la calle Betis, o contemplando silenciosamente a los nazarenos del Gran Poder. Como bien dije una vez, cuando estoy aquí, esa parte de mi se reúne con la restante, y me hace sentir completa. Y ese sentimiento de unidad es el detonante de que esta ciudad sea la mejor que he visto ante mis ojos, y lo será siempre.
Mis raíces siempre acaban arrastrándome de vuelta a este lugar, pero ahora mi corazón lo ansía también y me susurra que solo hay un lugar en el mundo que me siente tan bien.
Siempre en los momentos de duda, ella me ha dado la respuesta, siempre me ha sacado del hoyo y me ha dado el empujoncito que necesitaba para embarcarme en una nueva aventura.
Quizás sea estúpido personalizarla de tal manera, quizás ella no tenga nada que ver, pero nunca está de más recordarse a sí mismo a quien hay que estarle eternamente agradecido.
Por todo esto y mil razones más, le debo a mi querida Hispalis, y a todo lo que ella conlleva, todo lo que soy.