Como todas las tardes de estos últimos dos años, ella está ahí.
Tan despampanante como siempre, se dispone a cruzar la calle, para seguidamente subir y quizás llegar a casa, como hacia yo la primera vez que la observé con atención.
Fue para mi un momento mágico, los motores cesaron al unisono cuando ella se disponía a cambiar de acera, con tanta decisión, sin duda alguna algo sorprendente dada su corta edad.
Deduzco que tendría mis años pero parecía mucho más pequeña. Muchas veces intenté cruzarme con ella, buscando una sonrisa, algún gesto, y ella sin embargo nada.
Me pregunto quien será, aquel personaje tan desconocido para mi, al que a su vez, idolatro tanto. Algún día tendré la fuerza suficiente para ir y preguntarle su nombre, pero decirle que la llevo contemplando todo este tiempo sonaría un tanto enfermizo.
Quizás ella también me haya visto, pero yo no destaco tanto como su escuálida figura en un día de lluvia, o cómo en un caluroso día de verano representaba la felicidad general llevando una de sus ceñidas y alegres camisetas color pastel.
Como todas las tardes de estos últimos dos años, ella está ahí, subiendo la calle, la chica con la mochila azul.
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