jueves, 15 de noviembre de 2018

Estoy muerta en vida, asesinando mi propia existencia,
envenenando mi cuerpo con el arsénico que fabrican mis neuronas.
No sé si existe el autocrimen perfecto, pero yo construyo el mío paso a paso como si de una novelista de suspense me tratara.
Las lágrimas explotan en mis pupilas como dinamita, quebrando un poco más esta fachada que intento mantener
Me quiebro, siento la tormenta formarse en mis entrañas y cómo el seísmo se traslada por todo mi cuerpo.
Tiemblo, ya no sé si de frío o de miedo.
A veces deseo encontrarme con la mirada de Medusa entre la gente de acero, para petrificar con sus ojos todo este dolor que cargo a mis espaldas.
Ojalá ser de acero yo también, ojalá dejar de sentir esta pena desgarradora, causada por el oscuro augurio de un futuro vacío.
No soy capaz de sostener la agonía de hoy pero pienso que cargar también con la de mañana aminorará su peso.
Juego con la idea de adelantar el desenlace de todo esto, de ser mi propio verdugo.
Intento recabar la fuerza suficiente como para desechar mis pensamiento y conseguir prorrogar mi ruina.

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