Dar tanto por una persona, la que se supone que estaba ahí para nosotros, y que re repente desaparezca, se desvincule de todo lo que tiene que ver contigo y te deje solo, sin explicaciones, sin despedida, sin nada, como un perro abandonado.
Lo peor de todo es que, como buenos perros, leales que somos, esperamos su regreso, lo anhelamos, como si no nos importase ninguna otra cosa, y cuando vemos que se demora, vamos tras ellos, somos buenos chicos en busca de su amo.
Y a pesar de todo esto, de poner todo de nuestra parte, de hacer todo lo posible para mantener algo vivo, esa persona no va a cambiar, no vas a importarle más por un buen discurso, no vas a hacer que recapacite y te diga lo mucho que en verdad te necesita.
No lo va a hacer, porque su orgullo a veces les supera, y aun así lo esperamos, esperamos que todo vuelva a ser como era antes, que todo acabe bien, y a lo mejor no es lo correcto en realidad, a lo mejor no es la persona idónea con quien recorrer el camino, alguien del que nunca hemos recibido nada, y nunca lo haremos. Quizás solo añoremos como eramos con esa persona, como nos hacia sentir, y pensamos que la necesitamos cuando en realidad solo nos necesitamos a nosotros mismos de esa manera.
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